La respuesta de la iglesia católica al gran reto que representa el pentecostalismo y al desplome en su número de clientes/feligreses es el movimiento carismático, «la Renovación Carismática» o pentecostalismo católico, que surge en EEUU en los años sesenta y que se exporta rápidamente a América Latina. Se trata del movimiento laico más grande del mundo: en Brasil y Guatemala más de la mitad de los católicos practicantes son carismáticos; en Filipinas, cerca del 80%. «En sus prácticas y creencias es básicamente un pentecostalismo light: con la música muy emotiva, el papel importante del espíritu santo en la vida espiritual de los creyentes». Al parecer ha tenido éxito en retener algunos feligreses; como carismático «puedes tener esa experiencia más dinámica, más viva pero puedes mantener tu relación con la Virgen, con los santos y con el Papa»; aun así vemos el declive en término del número de católicos, una tendencia que va a continuar seguramente.
Este éxodo ha continuado incluso durante los ocho años del papado (latinoamericanamente estratégico) de Bergoglio; «el fracaso más tremendo es Brasil» que junto a otros países de la región más católica del mundo, ya no tienen mayoría católica, incluyendo a Guatemala, El Salvador, Honduras, República Dominicana, Panama, Chile, Argentina.
«Las iglesias pentecostales (evangélicas) son iglesias de pobres para pobres», eso le da una desventaja a la iglesia católica que es más elitista y lejana a la gente. Por otro lado el actual gobierno de México no parece favorecer a la iglesia católica como los gobiernos anteriores.
Andrew estima que los Evangélicos son 10% de la población en México, mientras que los devotos de la Santa muerte representan cerca del 4%.
En medio de este contexto, el culto a la Santa Muerte ha crecido a aproximadamente en 12 millones de devotos durante cerca de 20 años y aunque la iglesia católica la considera satánica, el culto a la Santa Muerte se le parece más de lo que está dispuesta a aceptar.
«Por un lado la Santa Muerte parece sumamente mexicana en su iconografía (tiene sus raíces y nace en México), pero por otro lado, muchos devotos mexicanos afirman que la muerte ni tiene nacionalidad: «ella es la que brinca muros y con su guadaña corta fronteras nacionales. Si el mexicano le da tequila como ofrenda, ¿por qué no, en EEUU un devoto le ofrece burbon.»
La Santa Muerte es una deidad cabrona para estos tiempos cabrones, tiempos de pluralismo metafísico y diversidad, en los que «una fe o una religión que quiere prosperar debe hablarle a los deseos, necesidades y anhelos de los individuos, sobre todo en la ciudades.
De esto y más hablamos con Andrew Chesnut, profesor de estudios religiosos en la Virginia Commonwealth University.
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