“Ya no saben qué más inventarse”, es lo que afirman cientos de comentarios en mi perfil de X a partir de que comencé a utilizar la palabra “putxfobia”. Lamento decepcionar a quienes recurren a instituciones como la Real Academia Española como último certificador de lo que es posible, pero todas las palabras son inventadas. Somos les hablantes quienes las vamos dotando de contenido a través de su uso recurrente para significar un concepto o una experiencia.
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El cambio es la mayor constante en la evolución de todos los lenguajes. El lenguaje es un actor vivo. Como dice Silvia Cusicanqui: la posibilidad de una reforma cultural profunda en nuestra sociedad depende de la descolonización de nuestros gestos, de nuestros actos, y de la lengua con que nombramos al mundo. Además, la indignación de les conservadores olvida un hecho histórico fundamental: todas las palabras son inventos y ocurrencias que hemos dotado de contenido.
Crear, modificar y ajustar el lenguaje es prerrogativa de les hablantes.
No todas las personas podemos ser agentes obedientes de instituciones elitistas, algunxs tenemos que ejercitar la creatividad radical para nombrar lo que con dolo ha sido invisibilizado. Utilizar conceptos que surgen de la necesidad de nombrar violencias invisibilizadas y participar en las discusiones que les dotan de contenido, es un acto transformador y transgresor del status quo.
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En este texto, abordaré una palabra que alude a la discriminación que viven las personas que ejercen el trabajo sexual: putxfobia.
Este concepto surge de unir la palabra “putx” con sufijo “fobia”. La palabra “puta” ha sido utilizada como un insulto para castigar socialmente a mujeres y personas asociadas a la feminidad que viven una sexualidad considerada inmoral. ¿Y qué puede ser más inmoral para nuestra sociedad judeocristiana doble moralina que cobrar de forma explicita por un servicio sexual? No obstante, muchos feminismos y colectivos de trabajadorxs sexuales han resignificado la palabra con el objetivo de arrebatarle su poder deshumanizante, humillante y ofensivo.
La resignificación es un proceso que siempre se da por parte de un grupo oprimido y es una forma de comunicar a la sociedad que encontramos orgullo en lo que la sociedad considera deleznable y vergonzoso. Nos burlamos con histrionismo, lo volvemos un chiste dentro de nuestras comunidades, lo exageramos para que incomode y poco a poco deja de ser aterrador. Procesos similares se han dado con la palabra lencha, travesti y joto, por nombrar algunas.
Ejemplos hay muchos: La Marcha de las Putas en Nueva York, el colectivo Putamente Poderosas en Colombia, el libro Puta Feminista de la activista argentina Georgina Arellano, etc.
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¿Por qué si el trabajo sexual es una labor que ha sido realizada históricamente por mujeres y son ellas quienes lo siguen ejerciendo en mayor proporción, decido utilizar lenguaje inclusivo? Soy consciente de la carga misógina que hay detrás de utilizar la palabra en femenino “putA”. Con todo, considero que utilizar la “x” es crucial a la hora de conceptualizar el putxodio o putxfobia para dejar de invisibilizar las experiencias de hombres y personas disidentes de genero que sufren discriminación en razón de su trabajo. Hay una demanda creciente por los servicios de estas poblaciones y sus vidas estan atravesadas por la discriminación en razón de ejercer el trabajo sexual.
¿Cómo se ve la putxfobia?
Utilizar lenguaje degradante.
No hay ser humano en occidente que se haya salvado de escuchar, a muy temprana edad, la palabra PUTA asociada hacia alguien que tiene una conducta sexual considerada inmoral. Si bien esta palabra es utilizada hacia cualquiera que se desvíe del camino de la moral judeocristiana, quienes ejercemos el trabajo sexual somos el objetivo principal de su señalamiento y encarnamos las consecuencias. Es por esto que se ha promovido el uso del termino trabajo sexual, no para “dignificar” el trabajo, sino para situarnos como lo que somos: clase trabajadora bajo el sistema capitalista. Vendemos nuestra fuerza de trabajo como la vasta mayoría de los seres humanos.
La palabra prostitución, además de cargar un estigma, es utilizada de manera engañosa para asociar el trabajo sexual a delitos o poner en duda la agencia de la persona “prostituta.” Cuando se habla de prostitución hay una ambigüedad respecto a la agencia. Por su falta de claridad, es mejor evitar su uso en todos los contextos. Por ejemplo, muchos colectivos de sobrevivientes han señalado que es incorrecto utilizar el término “prostitución infantil.” Una infancia no puede ejercer la prostitución, la forma correcta de llamar esa violencia extrema hacia la niñez sin caer en la revictimizacion es: explotación sexual infantil. Como siempre, insistir en estigmatizar a un grupo vulnerado termina teniendo repercusiones en otros.
Negar la agencia de quienes ejercen el trabajo sexual.
Decir que quienes ejercemos el trabajo sexual “vendemos el cuerpo” tambien es putxfobia. Lo que se intercambia es un servicio sexual, mi cuerpo me lo llevo después de grabar una colaboración xxx o finalizar la cita. Son muchos los trabajos que requieren un uso más extenuante del cuerpo como el trabajo de maquila, de campo, construcción, etc. Sin embargo, no se habla de que estas personas “venden su cuerpo”. ¿La explotación del capitalismo solo indigna cuando la herramienta de trabajo involucra genitales?
Brincos diera el movimiento obrero de contar con el apoyo y recursos de las feministas mal llamadas “abolicionistas del trabajo sexual”. Tristemente, el interés de ese feminismo no es cuestionar el yugo del capitalismo sobre los trabajadores. Es sin duda revolucionario pedir la abolición del trabajo asalariado explotativo que se ejerce sin ningún tipo de seguridad social. Sin embargo, cuando las campañas de la abolición solo se enfocan en quienes ofrecemos un servicio sexual, pidiendo leyes que limitan nuestra posibilidad de organizarnos y laborar de forma más segura, se encienden mis alarmas: putxfobia.
Asociar a lxs trabajadorxs sexuales a delitos.
En México no es ilegal ejercer el trabajo sexual. Eso no implica que no exista un contexto de criminalización a quienes lo ejercemos. Lo anterior se da por medio de la Ley Federal contra la Trata de Personas, promovida por Rosy Orozco ex diputada panista cercana a Felipe Calderón.
La ley no hace diferencia entre la prostitución, la pornografía y la trata de personas, lo que se ha traducido en abusos en los operativos anti trata donde colegas trabajadoras sexuales son levantadas por la policía para “rescatarlas”. Cuando afirman no querer ser remitidas o estar de forma voluntaria trabajando, se vuelven sospechosas de ser tratantes. De este tipo de situaciones surge la consigna “Ni víctimas, ni criminales. Somos trabajadoras sexuales” que ha resonado en las marchas del 8 de marzo.
Compañeras activistas trabajadoras sexuales denuncian que la policía no afecta los negocios del crimen organizado que sí explota laboralmente y sexualmente a personas en situación de trata. Las colegas que ejercen de forma independiente son un objetivo fácil de la policía para así incrementar el número de víctimas rescatadas, sin incurrir en el riesgo de afectar los intereses de los verdaderos tratantes.
Actualmente Rosy Orozco ha sido denunciada ante la fiscalía por ex colaboradoras por desvío de recursos. Además, salió a la luz que dos menores fueron violados en uno de los refugios que se le otorgaron en la administración de Calderón. Esto culminó en una investigación de los establecimientos que maneja su asociación llegando a la conclusión de que se cometían toda clase de abusos.
La Ley Federal de trata debe revisarse, pues está hecha a la medida del conservadurismo, el salvacionismo blanco y la putxfobia.
Respeto total al trabajo sexual.
Xoxo, Caos.

Anna Caos
Bitchplainer/Caos
La conciencia crítica de la sociedad será antipatriarcal y antiracista o no será. (Elle/ella)