Los derechos sexuales y reproductivos están relacionados con la libertad de las personas de decidir sobre su sexualidad y el ejercicio libre de la misma. Todas las personas son sujetos de la cobertura de estos derechos: mujeres y hombres trans, mujeres y hombres cis, personas no binaries o de cualquier identidad de género. No son exclusivos a mujeres o personas con capacidad gestante, y la lucha por su equitativa aplicación no se limita a temas reproductivos.
Con esta definición en mente toca preguntarnos desde el genuino asombro:
¿Cómo puede haber feministas que alzan fervientemente la consigna que titula este texto, y al mismo tiempo accionan en contra de los derechos sexuales de mujeres y disidencias? ¿Quién que se llame feminista no ha gritado a todo pulmón «mi cuerpo es mío, yo decido?» Toca entonces hacernos cargo de las implicaciones de aquello que con nuestra voz posicionamos en lo público.
Por lo menos en México, esta consigna se ha reproducido en marchas y carteles en el marco de la lucha por exigir la interrupción legal del embarazo. Sabemos también que el aborto legal termina por mejorar las condiciones de todas las personas que desean acceder a él, incluyendo personas racializadas y empobrecidas. Sin embargo, es importante entender los factores que vuelven a ciertos asuntos prioridad en la agenda política.
La llamada marea verde ha sido protagonista en lucha feminista, y no es coincidencia que el aborto sea el tema prioritario en la agenda feminista, ya que es un asunto que alcanza a impactar a mujeres de estratos socioeconómicos altos. Otras problemáticas igual de importantes como la violencia obstétrica y las esterilizaciones forzadas, no han encontrado el mismo foro.
Desde mi feminismo, que reconoce la estratificación social y la matriz de opresiones, me parece que se ha jerarquizado la agenda del movimiento en función del privilegio.
Entre las grietas del discurso feminista dominante terminan las mujeres precarizadas, racializadas e indígenas sin acceso a servicios de salud dignos, esas a las que el Estado puede esterilizar sin su consentimiento de forma impune. El derecho a gestar y ejercer la crianza también se encuentra garantizado por la cobertura de DSyR. La idea de que ser madre o formar una familia debe estar mediado por los recursos económicos con los que una persona cuenta, además de ser clasista, da pauta a estas prácticas eugenésicas impuestas desde el poder.
Es aterrador escuchar argumentar en favor del aborto afirmando que el aborto es necesario porque » hay mucha pobreza en México.» Tenaz trasladar a las mujeres precarizadas la responsabilidad de lo que es un problema estructural: la acumulación desigual de la riqueza bajo el capitalismo. Tenaz, clasista y despolitizante, pues los derechos reproductivos y sexuales, así como afirma bien claro la consigna, pasan por la autonomía.
Mi cuerpo es mío: yo decido porque tengo autonomía sobre él. Es cuestión de derechos, no requerimos demostrar que somos el punto de solución de ninguna problemática social. Tampoco necesitamos recurrir a justificaciones victimistas que apelan a una sociedad conservadora judeocristiana.
Esto mismo aplica para las personas que demandan otras reivindicaciones políticas que se desprenden de sus DSyR, como son los colectivos de personas de la diversidad sexogenérica (con énfasis en las personas trans) y trabajadorxs sexuales.
¿Por qué para aceptar que hay personas que quieren acceder a derechos tenemos que pensarles como víctimas totales paralizadas por sus circunstancias?
Ese fue el discurso dominante en la política gubernamental y medios mainstream para que se «tolerara» el derecho a la homosexualidad libre («pobres, así les tocó, así nacieron y también son hijxs de dios»), el derecho a la identidad de género («pobres, nacieron en el «cuerpo equivocado»), el derecho a la interrupción legal del embarazo («pobres, las abusaron»; «pobres, no tienen dinero para cuidarlo»). Hoy en día se replica eso mismo cuando se busca ser «empaticx» con la lucha por el reconocimiento al trabajo sexual que, por supuesto, pasa por los DSyR de quienes ejercen de manera autónoma y autogestiva (pobres «cayeron en la prostitución»)
El fondo importa, no sólo la forma. Las motivaciones importan, no sólo las victorias reformistas. La misión final de enunciarnos desde una perspectiva radical de derechos, es revolucionar nuestras mentes, no conformarnos con la tolerancia.
Mi cuerpo es mío y yo decido terminar mi embarazo.
Mi cuerpo es mío y yo decido el número de hijos que quiero tener.
Mi cuerpo es mío y yo decido realizarme una cirugía de reafirmación de género.
Mi cuerpo es mío y yo decido ejercer el trabajo sexual virtual o presencial.
Porque tengo autonomía y yo soy mía, por eso nomás.
Foto: Alberto Nava
Andrea
Bitchplainer
La conciencia crítica de la sociedad será antipatriarcal y antiracista o no será. Mujer zorrora. (She/Goddess). Dealer de fantasías.