Es común que muchos de nosotros pensemos que nuestras conversaciones son interesantes y entretenidas. Después de todo somos narcisistas simios parlantes con diferentes grados de trastorno obsesivo compulsivo; si no: avienten la primera prueba de su humildad y superioridad moral (o de su «neuro-tipicidad»).

A Rodrigo y a mi no nos dio pena aceptarlo, al grado de que decidimos agregarle un Podcast a la cooperativa de los Vudúcratas.

Son ya varias décadas de conversaciones que recurren en algunos temas, que por nuestra educación extracurricular nos parecen atractivos, pero que pueden enmarcarse fácilmente en la pregunta central de este nuevo espacio de conversación:

¿En qué creemos cuando creemos en algo?

Ese extraño y a la vez tan familiar fenómeno que es creer, tener fe, aceptar algo como real o verdadero aunque no podamos explicarlo hasta sus últimas consecuencias, con la razón, el lenguaje, con la mente.

Se dice que Sócrates afirmaba que una vida sin autoconocimiento no vale la pena vivirse. Supongo que hace años, cuando Rodrigo y yo nos conocimos, practicábamos una especie de mayéutica un poco más seria, que con los años cedió a nuestro lado dionisiaco y nuestra predilección por el camino de la nadi izquierda, el Kaula Tantra, el Shivaísmo de Cachemira y (confieso) una gran infatuación con una hermosa y elocuente swami que me aujeró el corazón.

Ha sido un intenso camino que hemos descrito de muchas formas (en su momento hasta lo llamamos sadhana), un camino de caminos en compañía de una gran variedad de caminantes, de los cuales (además de nuestros entrañables amigos) mencionaré algunos que fueron mis favoritos (y en los que no siempre coincidimos Rodrigo y yo) y no necesariamente en orden cronológico ni por medio de ninguna taxonomía seria, porque lo mismo puedo agradecer a Jim Morrison, Bukowski que a Ramakrishna, o Terence Mckenna y Carlos Castañeda; pero sin duda el impacto varía entre Schopenhauer, Nietzsche, Heidegger, Leo Strauss, Foucault, Jung o entre Jiddu Krishnamurti y Rajneesh (y sus exégesis desde Jesús y Buda hasta Gurdjieff, pasando por Naropa, Tilopa y Milarepa).

Donde definitivamente coincidimos fue en lo que vivimos con Nityiananda, Muktananda y Chidvilasananda, esos años sin duda fueron los más intensos y divertidos, el Bakti yoga puede derretir la arrogancia más férrea, sin duda.

Tras cuatro años de estudio en la escuela de John Pierrakos (gracias «Papayón», Wilhelm Reich y Alexander Lowen) luego vino, para mi, U.G Krishnamurti; conocer al viejito cascarrabias fue una hermosa calamidad y Rodrigo soportó, estoico, mi obsesión con la devastadora destrucción de todo lo sagrado y mi compulsión por «debunkear» a todos los místicos en prolongadas diatribas.

“I am not a godman; I would rather be called a fraud. The quest for God has become an obsessive factor in the lives of human beings because of the impossibility of achieving pleasure without pain. The messy thing called the mind has created many destructive things but the most destructive thing, by far, is God. God has become the ultimate pleasure. The variations of God, self-realisation, ‘moksha’, liberation, the fashionable gimmicks of transformation, the first and the last freedom and all the freedoms that come in between, are pushing man into a state of manic depression.”
Uppaluri Gopala Krishnamurti.

Son años ya desde que el chamanismo primero, luego el budismo y el Shivaísmo de Cachemira nos entretuvieran tanto, de los cantos en sánscrito, de entre todas las formas, elegir a Kali.

En mi caso, la dimetiltriptamina se encargó de devolverme el asombro con la experiencia directa; sigo creyendo que las religiones son armas de destrucción masiva, pero de eso (también) se trata el Podcast, de por qué Sócrates nos suena, ahora, un poco ñoño.

Gracias, Rodrigo y cooperativa de los Vudúcratas.

Tal vez solo agregaría algo que escribí hace años, gracias al DMT:

Primero el zumbido, como un enjambre enloquecido

Seres en sus floresmáquinas, con tanto qué decir

Luego la muerte del nacimiento, el regreso de la infancia eterna

Nunca nací, la muerte no existe

Mi compañera de viaje se ve hermosa desde aquí

Este cuerpo no es mío, está unido al universo que soy yo

“Gracias” es un juego absurdo

El misterio regresa avergonzando a mi arrogancia hasta su alegre inmolación

Grietas y fragmentos desaparecen

El miedo huye

Soy eterno

Ilustración de Kali: Mario Pons.

Baalzabut

Baalzabut

Vudúcrata cero

Exsanyasin y apóstata del samadhi, exterapeuta psicocorporal transpersonal, expolitólogo, expublicista. Aún sonríe cuando ve cualquier imagen de la diosa Kali.