Hace tiempo, un amigo mío, quien es cristiano, me hizo la siguiente pregunta:

¿Cómo defines (como ateo) que algo está mal? ¿Bajo qué estándar?

Evil comes from a failure to think

Hannah Arendt

Esta pregunta fue hecha dentro de un debate sobre moralidad y sobre el bien y el mal. Esta persona sentía curiosidad por saber, cómo es que una persona que no cree en (su) dios, puede tener un estándar del bien y el mal, si este no es impartido por una divinidad, pues él consideraba que si (su) dios no existe, entonces nada tiene sentido, no existe la maldad, el genocidio está bien, y a los ateos no nos debería importar nada. No fue esa la primera vez que alguien me hacia esa pregunta, ni he sido tampoco el primer ateo en escucharla, pero nunca me había tomado el tiempo de escribir algo al respecto. Esto le contesté:

Para cualquier ateo (y yo diría, para cualquier persona decente) la línea entre bien y mal está marcada por el sufrimiento innecesario. En otras palabras, todo aquello que cause sufrimiento físico, psicológico o emocional de manera innecesaria, es algo “malo.” Por encima de eso, en la escala de la moralidad, existe una enorme gama de grises que va desde lo moralmente ambiguo, hasta lo que consideramos “bueno” o “correcto.”

Ahora, ¿de dónde sale esto? ¿De dónde provienen nuestras nociones de bien y mal? Sin duda, una pregunta que todos debemos hacernos. Para mí, la respuesta es simple: Provienen de nosotros mismos, y de nuestra propia empatía. Consideramos que el sufrimiento es malo, porque no nos gusta experimentarlo y queremos evitarlo a toda costa, en nosotros y en nuestros semejantes.

Semejante idea puede, comprensiblemente, sonar a blasfemia para los creyentes, pero cuando no existe en la mente una figura externa que imparte leyes y que nos dice lo que está bien y está mal, nos vemos obligados a definir estas cosas por nosotros mismos, utilizando la lógica, la razón y, como dije, nuestra propia empatía. Todas estas son cosas innatas del ser humano, pero tristemente, utilizadas con menor frecuencia de lo que sería ideal. Ha ocurrido, en múltiples ocasiones, que algún ateo famoso ha tenido la temeridad de decir que no existen en el universo cosas como el bien, el mal, la justicia, o el significado de la vida. Y nunca fallan en ser terriblemente mal entendidos en su argumento.

A lo que se refieren es que estas cosas no son algo externo a nosotros que haya que ir a buscar, o que vamos a encontrar por ahí. No están diciendo que la vida no tiene sentido, y que entonces el genocidio, por ejemplo, no tiene nada malo. Lo que están diciendo es que nosotros somos los responsables que darle el sentido a la vida. Lo que están diciendo es que, si ha de haber algún significado en nuestra existencia, será únicamente aquel que nosotros le demos, y es entonces nuestra responsabilidad moral el ser capaces de llegar a la conclusión de que el genocidio es, en efecto, algo malo.

Somos nosotros mismos los responsables de decidir qué está bien, qué está mal, qué es justo y qué no, y no solamente porque esto resulta una pregunta filosófica interesante, sino porque de ello depende la continuidad y supervivencia de nuestra especie y civilización. En otras palabras, ¡más nos vale que encontremos la mejor manera de no matarnos entre todos! ¿No? Bajo esta simple lógica, se vuelve fácil argumentar que el genocidio es algo “malo” y, por ejemplo, la investigación médica sobre células madre es algo “bueno”. Resulta notable (y divertido) resaltar que más de una religión ha fallado espectacularmente en llegar a esas mismas conclusiones. ¿Por qué será?

Para nosotros (los no religiosos), resulta aberrante la idea de que somos incapaces de ser éticos y morales por nosotros mismos, sin la instrucción de un agente externo sobrenatural. Nos parece que esta idea nos hace menos, y es un insulto a nuestra inteligencia, integridad y dignidad como seres humanos. Y no que le importe a los teístas, pero es también, demostrablemente falsa, pues no existe ningún acto de bondad que un ateo sea incapaz de realizar por no creer en alguna deidad, pero si es muy fácil pensar en actos de crueldad que solamente una persona religiosa suele cometer:

Las comunidades de personas que estrellan aviones a propósito, que linchan o apedrean a no creyentes, los que se atan bombas al pecho para volar edificios, quienes buscan el derecho de discriminar y denigrar minorías, o quienes dejan a sus hijos morir por no llevarlos al hospital o por negarles un tratamiento médico, todo esto con base en criterios extraídos de libros escritos por campesinos de la era de bronce quienes no sabían a donde se iba el sol por las noches, son comunidades EXCLUSIVAMENTE religiosas. Estas cosas ocurren únicamente a manos de gente que cree tener la verdad de algún dios de su lado y para quienes no hay razón, no hay argumento y no hay evidencia que importe. No existe un equivalente de esto del lado de los no creyentes. ¿Cómo es entonces que las religiones del mundo pretenden actuar como un monopolio sobre la moralidad humana?

Con nada de esto se pretende decir que los ateos están exentos de cometer actos de maldad, pero si se pretende dejar muy en claro que la moralidad no surge de convicciones religiosas y que la bondad no es exclusiva de los creyentes.

Con esto en mente, la pregunta interesante no es de dónde saca un ateo su moralidad, sino de dónde la saca el religioso. Cuando una persona actúa con bondad ya sea por la promesa de vida eterna o la amenaza de castigo eterno, ¿Es realmente razonable considerar que esa es una buena persona? ¿Podemos decir que existe algún mérito en una moralidad condicionada de esa manera? ¿No es más loable cuando las personas actúan con bondad sin la necesidad de premio o castigo, y que más bien lo hacen porque simplemente han decidido que esa es la manera en la que todos podemos vivir nuestra corta existencia en este universo?

¿No es infinitamente superior una moralidad nacida del simple deseo de ser buenos, que aquella que es condicionada? ¿Y no resulta insultante y degradante la idea de que únicamente se puede obtener un comportamiento decente en los seres humanos de manera condicionada?

¿Y realmente hemos de creer que si, por alguna magia, la gente religiosa del mundo se convenciera de pronto de que no existe ningún dios, saldrían entonces a las calles a matar, robar, violar y destruir, solo porque ya no hay premio y/o consecuencia?

Yo pongo estas cosas en duda. Estoy convencido de que, sin la creencia en un creador supernatural, todos (descontando a los sociópatas y psicópatas del mundo), seguirían siendo tan buenos como lo habían sido siempre, meramente porque esa es su naturaleza y no por miedo al tormento eterno o por estar esperando el paraíso, porque la realidad innegable es que la moralidad y el sentido de “bueno” y “malo” es algo innato de nosotros mismos y no algo impartido ni condicionado por nadie. Ciertamente, no por ningún dios.

Ángel CaStrejón Maldonado

Ángel CaStrejón Maldonado

Ateo y anti-teísta estridente

Profesionista en Administración y Finanzas por necesidad y avara ambición. Enemigo férreo de la superstición y la irracionalidad, apasionado del pensamiento critico, la ciencia y la ciencia ficción. Se sabe todas las canciones de misa.